Seleccionar Idioma

lunes, 3 de diciembre de 2012

Juan Carlos Marset nos habla de su obra literaria

El pasado 29 de noviembre el poeta Juan Carlos Marset mostró su obra literaria a los alumnos del Instituto "Antonio Gala", de nuestra localidad.
El acto, organizado gracias al convenio establecido entre la Biblioteca Municipal y el Centro Andaluz de las Letras para desarrollar el Circuito Literario Andaluz, fue seguido con interés por los alumnos de varios cursos de bachillerato del centro.


Estos hierros
Para dejar de morir he puesto rejas a todo lo que me rodea por dentro de mí. Apresado entre estos hierros, he dado nombre a otro deseo, pretendo conquistar otra libertad. Nada espero, aquí dentro, que no venga de mi, nada que no haya sido mío antes de tenerlo. Soy ante mí toda mi vida. He dejado de morir porque no hay para mí otra esperanza que el pasado que persigo. Lo que aún no sé si fui. Mi vida comienza y termina en este punto de trasluz abovedada sobre la cripta que encierra el porvenir. Ávida de haber sido, a cada vuelta se completa, se enreda y trepa degollando mi expresión, destrozando mi flaqueza. Infundiendo en mi voz su providencia ciega. Mi vida entera es un pronóstico que me sobrevive y me sobrevive, el epitafio que proferirá de golpe lo que ahora me hace ser, hecha de mí, mi celda. Mi hostilidad conmigo. Mi conspiración. El vivir anticipado que atesoro con mi ruina. Lo que tomo para mí me va dejando sin nada. Soy lo que me arrebata mi propio despojo. Consumo mi muerte como únicamente un dios, en un sinvivir imposible fuera de mí. Para dejar el camino de la muerte, mi caminar de muerte, vivo encuevado en mi voz, y con esta ocupación franqueo todas mis barreras anteriores. Cuánto tiempo necesita un dios para dejar de serlo, cuánto más para estar dispuesto a no haberlo sido nunca. Ni todo tiempo ejecuta las mismas conversiones, ni con el tiempo basta. Mi sangre remonta ríos de lava helados, corre arriba por culpa de un dios que ha llegado a sucederse en mí, a confundirme con su vida. Qué puede haber más aferrado a mí, más ungido por el signo de mi desaparición retenida, que el nudo excesivo que se cierra, librándome de la muerte, entre este dios que se hunde en mí y la voz que en él me ahonda. Cuando me haya ido al lugar presagiado por mi voz, estos hierros alojarán al dios en que perduro y me apodero, reforzándolo, de un tiempo que ya no es tiempo. El tiempo sin pasar que es todo mi pasado. Proclamarán, ya sin aliento, que he dejado de morir antes de mi muerte y de mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario